jueves, 15 de septiembre de 2011

Mi libro de cantos dorados que quiero leer de cabo a rabo.
Mi pastel de aniversario que no necesita velas para estar iluminado.
Mi alcohol que embriaga sin náuseas ni mareo.
Mi mesa de carpintero para una especie inmaterial de carpintería.
Mi barco de placer siempre presto para hacerse a la mar.
Mi violín que se hace melodía en cuanto mi mano roza sus cuerdas.
Mi arma de precisión que no ensucia ninguna picadura de herrumbre.
Mi alba sobre los jardines verdes y sobre los montones de carbón.
Mi sendero de bosque siempre jalonado de guijarros blancos.
Mi fábula demasiado maravillosa para exigir el post-scriptum de una moraleja.
Mi castillo de múltiples torrecillas, desvanecido mientras su puente levadizo acaba apenas de bajarse.
Mi unidad, en la presencia y en la ausencia.
Mi alfabeto -de arcoiris a zodíaco- de viñetas pintadas en los tonos más ácidos y, también, más dulces.
Mi desgarradura y lo que la vuelve a coser.
Mi prueba del nueve.
Mi partida y mi todo.
Mi panacea.
Mi buena suerte.
Mi razón y mi sinrazón.
Mi frescor y mi fiebre.

Michel LEIRIS, "Tú"

No hay comentarios:

Publicar un comentario