Tenías dentro de tus ojos
un resplandor de los vientos
y en tu corazón una llama salvaje
que decías nunca iba a apagarse,
también dentro de tus ojos, un mar verde,
el enfurecido mar de nuestra isla,
recibiendo tempestades,
también en tu corazón una impetuosa primavera tropical
con una blanca paloma temblorosa
y una golondrinita de Dios que nunca viaja.
Tenías dentro de tus ojos los domingos,
como si tocara la campana de la iglesia blanca
en la ladera más alta del pueblo
y comenzaran los agricultores de la misa.
Y dentro de tu corazón, un amor puro
como la primera hora del amanecer,
como rocas secas
de nuestro desnudo campo.
Tenías dentro de tus ojos
un mundo entero, ahí
bailan nuestros sueños a la orilla del mar,
envueltos, algas saladas,
jóvenes arcángeles y muchachas etéreas
prenden luces cosmogónicas
y caminan en el fuego, brincan, chillan,
y cantan canciones claramente ancestrales:
Y los mares y las montañas,
y los mares y las montañas,
y los mares y las montañas un día...
¡Oh!, mi amor se consumió el corazón
de Hermes, cuyo corazón es la torre de la Muerte.
Tenías dentro de tu corazón
un mundo lleno de nuestros sueños,
allá beben y desvarían y blasfeman.
Los ebrios comienzan a degollar
miles de ovejas, miles de jóvenes besándose,
riéndose de Caronte con el rakí y la canción;
allá se ciñen los carros y ladrones se desvelan
¡Ay! Y de una cumbre a otra vuelan como águilas reales.
Tenías dentro de tus ojos
un resplandor del aire de la patria
y en tu corazón una llama salvaje
que decías no se iba a apagar nunca.
Diamkis MINÁS, "Tenías un resplandor dentro de tus ojos"