Mis desvelos, mil veces abortados
cruzan el pasadizo que anhelaba.
Pasó pronto la madurez. Atisban
recuerdos y memorias de estaciones
donde dejamos la pregunta a ciegas.
No pesa el equipaje, pesa
aquello que no se declaraba:
el amor, aquel beso no dado,
las horas no cantadas,
la palabra que nunca se pronuncia,
se ahoga en la garganta, la dejamos
atada, bien atada para que no delate
nuestra debilidad; nos hace fuertes
el sabernos de incógnita, de -no te conocemos-
Y naces, otra vez naces
rebelde, mas sereno
y azules mariposas que alberga nuestra sangre
gritan, se mueven, aletean
deseando salir al exterior,
romper con la cordura,
vivir con ritmo propio,
poner límite al último camino.
No volver a ser necio.
Isabel DÍEZ SERRANO, "Ya la morada de la serenidad me acoge", El tiempo y sus ocasos.
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